El puente de Logroño cruza el río Ebro en la propia ciudad. Este hecho ha propiciado dos cosas: La instalación de amplias aceras y el diseño de una configuración resistente y formal nueva. Para obtener esta última condición separamos las aceras del cuerpo central del puente con lo que conseguimos varias ventajas: Reducir el ruido del tráfico en los peatones, crear una estructura espacial constituida por los tirantes que soportan las pasarelas por sus bordes interiores.
En el puente de Logroño solo se separan las aceras y la calzada sigue recta. El puente tiene 140 m de luz. El tablero, para el peso del tráfico, está constituido por una viga mixta de sección trapecial de 2,0 m de canto y 18,6 m de anchura. Los tableros laterales que soportan las pasarelas tienen una sección metálica de 4,00 m de anchura superior, 2 m de anchura inferior y 1,1 m de canto.
El arco se divide en dos tubos de 1,2 m de diámetro, que se separan entre sí para conseguir resistencia a flexión fuera del plano, necesaria cuando una pasarela está cargada y otra no, lo que produce una gran deformación transversal al arco y por tanto una flecha vertical importante en las pasarelas. Sin embargo esta rigidización transversal del arco no fue suficiente.
Los 4 últimos tirantes, que por cada extremo, que relacionan las pasarelas con el arco, están anclados al estribo y así le confieren al arco el complemento de rigidez transversal necesario.
El puente se construyó empujando el dintel metálico central sobre pilas provisionales instaladas en el río, para hormigonar a continuación la losa superior. Posteriormente se procedió al montaje desde el tablero central de las pasarelas exteriores.
Finalmente se realizó el montaje del arco sobre el tablero, el atirantamiento del tablero y la pasarela y finalmente se procedió a eliminar los pilares provisionales situados en el río.