En el proyecto del puente sobre el río Papaloapan se trató de simplificar al máximo todos los elementos que forman un puente atirantado. Podemos decir que se ha buscado una solución minimalista, sin querer con ello establecer un paralelismo con el minimalismo en la arquitectura.
El puente salva el cauce del río con un vano de 203 metros de luz, y se prolonga en las orillas con vanos de compensación de 70 metros; el tablero se continúa sobre los estribos, que están formados por cajones de 32 metros de longitud. A ellos se fija el tablero, para resistir los esfuerzos horizontales producidos por las acciones sísmicas.
El tablero está formado por dos vigas longitudinales macizas de 1,25 metros de canto, unidas por diafragmas transversales y por la losa superior. Esta solución del tablero es clásica en los puentes atirantados con los planos de tirantes situados en los bordes de la plataforma.
Las torres están formadas por dos pilas independientes verticales situadas en los bordes del tablero. Bajo éste están unidas por una triangulación que resiste las fuerzas transversales debidas al sismo y al viento, que en este puente también es significativo porque la cuenca del río Papaloapan se encuentra en zona de huracanes.
El puente se construyó por voladizos sucesivos atirantados, hormigonados mediante carros, avanzando simétricamente desde las torres hacia el centro del vano principal y hacia los estribos.
– L’Industria Italiana del Cemento nº 730 (1998).